Por naturaleza, somos competitivos. Nos encanta “picarnos”:  juego mejor al fútbol que tú, mi abuela cocina mejor que la tuya, mi hijo es mejor estudiante que sus amigos. MEJOR MEJOR MEJOR.

En la vida empresarial, ocurre lo mismo. Las empresas establecen métodos de evaluación de sus empleados para tener baremos por los que regirse a la hora de los ascensos.
Estos reviews puntúan aptitudes y conocimientos en base a distintos indicadores: cumplimiento de objetivos, adecuación a estándares de calidad, aplicación de técnicas innovadoras. Además de parecerme métodos subjetivizados por aquel que evalúa, me generan un sentimiento que resumiría en: ME ABUUUUUURRO.

¿Por qué no hacer divertido un proceso que nada tiene que ver con el ocio?
Algo así debieron pensar los creadores del término gamificación. Y qué es la gamificación, no es más que convertir “algo en un juego”, motivando a los concursantes a participar y proporcionando una visión realista de lo que se pretende examinar.

Con la tecnología al alcance de cualquiera, llevar este concepto a la práctica ha sido fácil.
A través de apps, por ejemplo, las empresas evalúan a sus empleados en un contexto en el que graciosos avatares tienen que asumir distintos retos.
Realizar con éxito una gestión con el cliente, trabajar en equipo o estar al día en la formación son aspectos que se miden con condecoraciones y recompensas, llevándonos al mundo que sí nos atrapa, el de “¿jugamos?”

¿Te atreves a cambiar el público objetivo, poniendo a prueba a tus clientes?